Nuestros aventureros están investigando una extraña posada y fortaleza que se encontraron en el camino. El posadero evidentemente oculta algo…
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El grupo de aventureros entra a lo que parece la parte más baja de la fortaleza, una mazmorra. Unas pocas antorchas de llama verde alumbran pobremente la estancia. Una escalinata de piedra asciende y se pierde hacia un nivel superior y, al pie de esta escalinata, hay desperdigados los huesos de los últimos aventureros que pasaron por aquí. En una de las esquinas, en el hueco de la escalera, crecen unas plantas rosáceas muy extrañas. Pero, lo que más llama la atención de nuestros protagonistas es una puerta que hay en el otro extremo de la habitación, custodiada por un enorme monstruo esférico y flotante, con un gran ojo y varios tentáculos con otros pequeños ojos, que van observando a Alendris, Fryda, Elaria y Makzug. Es un beholder, una bestia inmunda y muy peligrosa, como bien identifica el mago.
Como el monstruo parece que no tiene una actitud agresiva, los aventureros se toman un tiempo en observar el resto de la habitación. Fryda ve que entre las exóticas plantas hay un libro y una lámpara de mano. Elaria, por su parte, ve que en una muesca en uno de los muros hay un frasco que podría contener una poción. Alendris se fija que en la puerta del fondo, detrás del monstruo, hay una trampa armada que probablemente se activa si abres la puerta desde el otro lado. Pero, algo distrae al mago, ya que nota un pequeño tirón de su bolsa de monedas. Cuando se gira, ve claramente que el orco le estaba intentando robar y le da un golpe en la cabeza con su cetro. Elfo y mago se ponen a discutir sobre el respeto hacia el prójimo.
Mientras Elaria parece interesada en las plantas, Alendris se cansa de pelear con Makzug y procede a subir la escalera, ya que es el camino que no está bloqueado por el monstruo uniojo. La sorpresa viene cuando al poner un pie en la escalera, los restos óseos que había tirados por el suelo empiezan a reconstruirse. Tres esqueletos se ponen en pie alrededor de nuestros 4 protagonistas. Uno lleva una armadura completa y un espadón, otro viste una capa multicolor, y el tercero porta un anillo y una daga.
Makzug toma la iniciativa y apuñala con sus dagas a uno de los esqueletos, haciéndole saltar medio costillar. Aún así, la bestia no parece afectada en absoluto y se mantiene en pie. Por su parte, el esqueleto que empuña una daga herrumbrosa irrumpe hacia adelante y se la clava a Fryda. La gnoma nota como, más allá del daño de la herida, esa arma tiene algo mágico que le drena vitalidad.
Alendris proyecta un rayo necrótico sobre el esqueleto con la capa, que explota en astillas de hueso. Elaria finaliza el combate rápidamente, expulsando a los muertos vivientes de la sala con un ademán, levantando su símbolo sagrado, y destruyendo los esqueletos.
Elaria cura a Fryda de su herida en el hombro, mientras Makzug y Alendris inspeccionan y reparten los diferentes objetos que portaban los esqueletos. Algunos parecen mágicos y suponen que estos aventureros iban muy preparados, aunque algo (o alguien) acabó con ellos cuando todavía eran humanos, o la raza que fuesen.
- Un anillo de invisibilidad.
- Una capa de deslumbramiento, que se puede utilizar para cegar a quien mire en esa dirección.
- Una daga de veneno mágico.
- Una espada de afilado extremo, capaz de cortar piedra y madera como si fuese mantequilla.
Después de esta pequeña interrupción, Alendris inicia de nuevo su ascenso por la escalera, en dirección a la torre. Los otros tres aventureros están más dubitativos, siguen pensando en lo raro que se está comportando el beholder, que les sigue observando, y quieren explorar un poco más la estancia.
Fryda vuelve a fijarse en los objetos que hay entre las plantas rosáceas y quiere intentar alcanzarlos. Estira y flexiona sus pequeños miembros y se dispone a realizar una acrobática pirueta, pero nada más empezar se desequilibra y cae de bruces contra el primer helecho y un ardor le recorre la cara. Claramente esas plantas son venenosas y le generan un sarpullido por toda la piel.
Mientras a la gnoma le cae una triste lágrima por el picor que tiene en el cuerpo, Makzug se prepara y hace un triple salto en tirabuzón y supera la mayor parte de las plantas venenosas. Recoge el farol que estaba extraviado y reconoce que es una linterna de revelación, que permite ver objetos y personas invisibles. El orco consigue rescatar el libro y salir de esa pequeña selva exótica que hay ubicada detrás de la escalera, aunque se lleva unos cuantos rasguños y sarpullidos con él.
Mientras tanto, Alendris llega a la planta superior y puede ver que en este nivel de la torre hay un altar, coronado por 5 cabezas de dragón, en uno de los muros. En el centro de este santuario reposa un orbe de color verde translúcido. El elfo se queda hipnotizado por los efectos de luz que emite este orbe, como si tuviese una tormenta desatada dentro. En el límite de la estancia, donde debería haber una pared, hay un gran boquete que da a un patio en el que están ubicadas las escaleras que siguen ascendiendo. En la estancia del altar también hay una puerta, que Alendris abre brevemente y ve que da acceso al puente de piedra de la fortaleza, una zona que él mismo ya había visto desde abajo cuando tuvo su encuentro con el oso lechuza.
Mientras el mago está acabando de observar la estancia, el resto del grupo llega a este nivel. Makzug le pasa el libro a Alendris, quien hojea tanto el manual como el pergamino que venía dentro doblado mientras sale al patio y sigue subiendo las escaleras. Elaria, Makzug y Fryda se quedan embobados con el orbe verde y se quedan un rato estudiando el altar, aunque son lo suficientemente prudentes para no tocarlo. Cuando Elaria se cansa, se fija en lo segundo más interesante que hay en la habitación: la llave dorada en el suelo. Se arrodilla y la agarra, y entonces se da cuenta de que la llave estaba atada a un cordel, que se parte.
Un chasquido suena a los pies de Fryda y Makzug y una trampilla de unos tres metros de diámetro se abre hacia el nivel inferior de la mazmorra. La gnoma es suficientemente diestra como para saltar fuera antes de quedarse sin apoyo, pero el orco no estaba atento y cae por el agujero unos 6 metros, saliendo de la vista.
La trampilla se cierra poco a poco mientras Elaria, preocupada, llama a Makzug para ver si responde. Alendris en su ascenso se asoma a la caída que hay de la torre y ve que, pocos pies por debajo de él, hay una hendidura en la roca en la que asoma una poción de color dorado. Con un simple hechizo invoca una mano de mago y le ordena recoger la pócima, pero de dentro de la hendidura atacan unas potentes y peludas pinzas que rompen la invocación y hacen que el frasco se pierda fortaleza abajo.
Elaria y Fryda están preocupadas por Makzug, pero no se aventuran a bajar de nuevo las escaleras por miedo a lo que se puedan encontrar… Tal vez su compañero muerto? En una de esas, Elaria tropieza con algo y cae de bruces contra el suelo. Desde el suelo, apunta con el farolillo y ve perfectamente como el orco está riéndose de ella, con el anillo de invisibilidad puesto. Elaria le intenta dar una patada en la espinilla, malhumorada, y mantienen una discusión sobre el tema de accionar la trampilla. Fryda se estira de los pelos y se replantea su papel en el grupo, pensando que debería prepararse para las pruebas de acceso a la Guardia Real de Waterdeep.
Los tres siguen discutiendo mientras salen al patio en lo que es ya el atardecer y ven como, escaleras arriba, Alendris está a punto de abrir la puerta de la torre. El elfo percibe como dentro de la estancia hay alguien revolucionado, moviéndose rápidamente.
Abre la puerta sin siquiera llamar y encuentra un taller arcano: un escritorio desordenado y lleno de pergaminos, frascos y componentes de hechizos, un caldero y un brasero coronado con una calavera humana. Entre todo este desorden, Alendris ve al supuesto posadero, que lo mira azorado y con un pergamino arrugado en las manos. Se dirige a Alendris y le dice <<Oh no, otra vez tú? Vete a molestar a otro!>>, mientras sus ropajes de posadero se funden y aparece una túnica de hechicero.
Alendris, sin mediar palabra y con un brillo en los ojos, grita <<BOLA DE FUEGO!>> y canaliza su energía mágica directamente hacia el hechicero. Makzug, Elaria y Fryda, que estaban subiendo la escalera, se ven impresionados por una tremenda explosión que se genera por encima de sus cabezas. Las ventanas salen volando y una nube de humo engulle a Alendris, aunque son capaces de escuchar a la perfección como el mago afirma que “el fuego es el máximo poder”. A medida que se disipa el humo, nuestros héroes ven que el taller ha quedado totalmente destruído y el hechicero está tirado en el suelo, pero se incorpora.
Cuando se ha incorporado, mira con odio al grupo, dibuja un portal dimensional en el aire y desaparece rápidamente. Alendris lamenta que se le escape de nuevo. Los 4 se ponen al día de lo que les ha pasado por separado e inspeccionan lo poco que queda del taller, y es cuando se dan cuenta de que hay una escalera de mano que sube a la planta superior. A medida que nuestros aventureros van levantando la mirada, intuyen que en la planta superior, que está semiderruida, hay unas velas fantasmagóricas prendidas; y todavía más arriba, en el parapeto, en el último reducto de la fortaleza, está el hechicero haciéndoles gestos obscenos con la mano derecha.
A nuestros aventureros todo les da mala espina y están decididos a descubrir quien es ese hechicero y donde está el verdadero posadero. Fryda es la más atrevida y toma la iniciativa de subir la escalera de mano, mientras que Alendris utiliza un hechizo de levitar y asciende suavemente hasta el siguiente piso. A esta altura de la torre ya poco queda con el paso del tiempo, cada vez se va haciendo más estrecha. Tanto la gnoma como el elfo ven que las velas dibujan un círculo alrededor de lo que es claramente un huevo de dragón, de un tono verde pálido. Oyen como el hechicero les grita, desde su último bastión: <<No toquéis ese huevo, es mío, ladrones!>>. Alendris, que rompe el círculo de velas, le responde que <<Ahora es nuestro huevo>>.
Cuando el elfo toma el huevo en sus bronceadas manos, un tremendo rugido llena el cielo y hiela la sangre de nuestros aventureros. Por detrás de la torre aparece un dragón rojo enorme, que vuela alrededor de la estructura y va observando tanto a los integrantes del grupo como al hechicero. Por el tamaño de la bestia, suponen que es un dragón adulto; esos monstruos nunca dejan de crecer.
Fryda nota un sudor frío que le cae por la frente y piensa en si esta aventura acabará, de nuevo, con la muerte de todos sus compañeros. Makzug alardea sobre la última vez que mató a un dragón. Alendris, que inmediatamente ha soltado el huevo, está practicando su dracónido para hablar con el monstruo. Elaria, por su parte, parece rezar una plegaria a su dios para que les brinde fortuna.
El dragón mira a nuestros protagonistas y afirma, con una voz gutural, <<Ladrones…>>. Elaria acaba su plegaria y bendice a sus compañeros, protegiendolos con su energía espiritual. Mientras tanto, Fryda sube la segunda escalera de mano, la que da directamente al último bastión, con la idea de ensartar al hechicero antes de que pueda hacer daño a sus compañeros.
El hechicero ve por el rabillo del ojo como la gnoma está subiendo la escalera de mano y, con un potente golpe de báculo en el suelo, un portal se abre en el cielo y empieza a rociar con una lluvia de ácido a nuestros aventureros. La clériga consigue guarecerse en los restos del taller arcano, pero Makzug estaba alardeando de nuevo y recibe de pleno un chorro de ácido, que lo deja en el suelo. Fryda y Alendris, que están en la planta superior, consiguen protegerse un mínimo pegándose al muro, aunque reciben algunas gotas de ácido picantón.
Unos segundos después, el portal se cierra y deja de llover ácido. Alendris sale de su cobertura e invoca una segunda bola de fuego hacia arriba, hacia el hechicero. Una gran bomba estalla en el parapeto y da de lleno al invocador, además de dejar más destruída esta parte de la torre. La gnoma, que estaba subiendo la escalera de mano, le grita al elfo <<Eh tú! Cuidadito con lo que lanzas!>>.
En una de estas, el dragón – que, recordemos, estaba sobrevolando la torre – hace un tirabuzón e impacta con la cola espinosa en la zona de la torre donde está situado Alendris. El mago cae inconsciente por la gravedad de las heridas.
Cuando el dragón retira la cola, deja a la vista un Alendris destartalado, y la bestia recoge de entre los escombros el huevo y lo guarda en una de sus garras.
Makzug, que está muy malherido, sale de su protección en la planta del taller arcano y hace dos disparos con su ballesta, lejanos pero certeros, en el hombro del hechicero. El hombre cae sobre su rodilla derecha
Una corriente de viento atraviesa a Elaria, cuyos ojos se iluminan como dos faros y un aura empieza a desprenderse de ella, infundiendo esperanza y valentía a sus compañeros. Con un ademán, extiende su brazo hacia Makzug y le infunde vitalidad.
Fryda llega, por fin, al último bastión y hace una carga contra el hechicero con el objetivo de despeñarlo. No obstante, la gnoma tiene el tamaño que tiene y a lo único que llega es a forcejear con el otro.
Ervan consigue sacudirse a la gnoma y, con otro golpe de bastón en la piedra, hace aparecer una armadura de placas semi-transparente que recubre su cuerpo; una auténtica armadura de mago.
El dragón rojo se estabiliza en el aire, delante del bastión, y empieza a aletear con fuerza, enviando unas ráfagas de viento huracanadas hacia la gnoma y el hechicero. Ambos salen volando de la torre: Fryda cae en el piso inferior con un fuerte impacto, mientras que el otro consigue invocar un hechizo de levitación y planear.
El orco vuelve a cargar su ballesta y apunta al hechicero, pero el bamboleo de la levitación le hace fallar el virote. En cambio, la gnoma se incorpora, cambia su espada por una honda y con un acertado giro de muñeca le lanza una piedra del tamaño de una pelota de ping-pong al hombre, dándole en la cabeza, justo donde la armadura mágica no le protege. Elaria sube la escalera de mano y llega hasta Alendris y empieza a atenderlo, valorando su estado.
El hechicero sube levitando, sangrando por una ceja, y se vuelve a colocar en el bastión. Mira intermitentemente a nuestros aventureros y al dragón, valorando cual supone una amenaza mayor para él. Golpea de nuevo con el báculo en el suelo e invoca tres rayos de energía que se dirigen fugazmente hacia el grupo. Uno impacta en la cobertura del orco y hace volar unos fragmentos de piedra, mientras que los otros dos alcanzan a Fryda y Elaria, que se retuercen doloridas.
Alendris se incorpora, recuperado en parte de sus heridas, y le muestra al hechicero que él también sabe hacer proyectiles mágicos. Cuatro cohetes de energía viajan rápidamente hacia el enemigo y le impactan de lleno, haciéndole caer y precipitarse fortaleza abajo.
El dragón se apoya en los restos de la fortaleza y se vuelve en dirigir en idioma común a nuestros aventureros: <<Dadme una sola razón para no mataros ahora mismo>>. Alendris intenta razonar con el monstruo, defendiendo que ellos se encuentran allí por accidente, pero el dragón les pregunta por qué visten las ropas de aquellos que le robaron el huevo; refiriéndose a la capa, la daga envenenada, la espada y el resto de objetos que han saqueado del grupo de esqueletos. Fryda y Elaria se ausentan un momento y van a buscar los restos de los esqueletos, para que el dragón los pueda inspeccionar y, por fin, cree la versión de nuestros aventureros.
Un rato después, el dragón parte hacia su guarida con el huevo y Fryda, Alendris, Elaria y Makzug pueden explorar el resto de la fortaleza. En una zona que habían dejado atrás encuentran al verdadero Alax Jadescales, encerrado en una celda, quien les explica que el tal Ervan (el hechicero) lo noqueó y lo mantuvo cautivo durante un tiempo.
Al parecer el mismo Ervan contrató a un grupo de aventureros para robar el huevo de dragón, pero una vez lo consiguieron en lugar de un pago, recibieron la muerte.
En agradecimiento por la ayuda prestada, Alax invita a nuestros aventureros a un banquete de alitas de pollo picantes, y esta vez están mucho más buenas que la primera vez.
Y hasta aquí nuestra historia. Muchas gracias por haber leído hasta aquí y esperamos que este formato, un poco diferente a lo que os tenemos acostumbrado, os haya gustado.
Hasta la próxima!
Equipo BiB
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